Érase una vez un niño llamado Pablo. Tenía 8 años y vivía en el país de Chocolate. Pablo era un niño un poco travieso, irresponsable y desobediente.
Vivía en una casa hecha con ladrillos de chocolate. Los muebles eran de chocolate, la televisión también. Su cama era de chocolate blanco. La casa entera olía a chocolate.
A veces, cuando hace calor, Pablo se despierta completamente cubierto de chocolate blanco. Son las sábanas derretidas sobre su cuerpo.
Se desayuna las sábanas completas chupándose la piel como un gato.
Un día , fue a comprar petardos sin que su familia lo supiera. Los escondió bajo la cama, y al día siguiente los explotó en el jardín del vecino a las 6h de la mañana.
El vecino de Pablo se despertó sorprendido y furioso. Salió a su jardín para investigar quién había hecho aquello. El vecino llamó puerta por puerta a todo el vecindario para preguntar si los niños y niñas que vivían allí habían tirado petardos. Los mayores buscaban bajo las camas de sus hijos e hijas pero no encontraron nada de nada.
El vecino casi se rinde, y paseando cabizbajo por la calle encontró una casa de chocolate con muchos colores. Era la única casa que le quedaba por mirar. De pronto, lenvantó la cabeza y pensó: "Voy a llamar, tal vez sea la casa de ese gamberro que tiró los petardos".
-Toc, toc- golpeó con los nudillos la puerta de chocolate.
El padre de Pablo abrió la puerta con mucho cuidado para no dejarla caer.
-Buenos días, señor - dijo el padre de Pablo-,¿ Qué quiere usted?
-Estoy buscando a una persona, a un gamberro- respondió el vecino.- La otra mañana me despertaron con petardos y no me ha hecho ninguna gracia. Estoy buscando al culpable...
-¿Sabe usted algo?
-Yo tengo un hijo llamado Pablo. Le voy a preguntar a él.
El padre de Pablo subió a su habitación. Pablo no estaba. Miro bajo la cama y... ¿Qué encontró?...unos petardos manchados de chocolate.
Bajó un poco enfadado las escaleras y le dijo al vecino que posiblemente había sido su hijo.
Mientras bajaba pensó un plan para darle un escarmiento y se lo contó al vecino.
- Oiga, señor vecino, he pensado que podríamos darle un susto a mi hijo- le dijo el papá de Pablo.
He encontrado bajo su cama los petardos que buscaba, así que con toda seguridad ha sido él.
El plan del papá de Pablo era el siguiente: el vecino y él mismo se disfrazarían de diablos y se esconderían bajo la cama. Cuando Pablo quisiera coger sus petardos para hacer otra broma... ¡zasssss!... se encontraría la sorpresa.
¡Menudo susto se llevaría!
Y así ocurrió. Se vistieron con un traje de color rojo chillón. Sus caras las pintaron con color rojo también, y compraron dos tridentes en una tienda de disfraces.
Esperaron en silencio bajo la cama a que llegara Pablo a la habitación.
Pablo subió las escaleras sin hacer ruido para que nadie le escuchara. Iba a coger más petardos para explotarlos en la casa de otro vecino.
Levantó la colcha y la sábana para buscar sus petardos.
De pronto, salieron de debajo de la cama dos diablos muy rojos manchados de chocolate blanco. Una mezcla de fresa y nata.
Primero Pablo se asustó un poco, pero después comenzó a reír como un loco señalando a los diablos.
Los diablos movieron los tridentes para asustar a Pablo, pero Pablo seguía riéndose.
El vecino y el papá de Pablo cogieron los petardos y dijeron a Pablo: "¿Qué es esto?".
Pablo se quedó mudo, sin palabras. Le habían pillado con las manos en la masa, en este caso, con las manos en los petardos.
Pablo estaba muy asustado y dijo:"¿Quiénes sois?...por favor, no me hagáis daño".
El papá y el vecino se quitaron los trajes y el vecino dijo:" Soy aquel vecino al que le explotaste los petardos ayer mismo. ¿Te parece bonito lo que hiciste, gamberrete?"
Los señores fueron a lavarse la cara al servicio mientras Pablo se quedó sentado en la cama pensando.
Pablo pensó: "Creo que lo que hice estuvo muy mal. Debería pedir perdón al vecino".
La puerta del baño se abrió y salieron el vecino y el padre con las caras limpias.
Pablo estaba triste, a punto de llorar.
-Me parece que tienes algo que decir, señorito -dijo el vecino.
-Perdóneme señor -dijo Pablo-, no lo volveré a hacer más.
Su papá le preguntó por qué lo había hecho y Pablo contestó:"Quería divertirme y reírme un poco".
El papá, con cara seria le dijo:"Ha estado muy mal eso. Algunas bromas son muy peligrosas. Para divertirte puedes irte con tus amigos a jugar al fútbol, al parque, a los bolos..."
- Pero papá, yo no tengo muchos amigos y los que tengo viven muy lejos -dijo un poco triste.
- Claro, no tienes amigos porque te portas mal con ellos, les pegas, les insuntas, les gastas bromas pesadas ...-dijo su papá.
Pablo vio la luz. Reflexionó mucho y prometió portarse bien con todo el mundo. Trataría bien a los chicos y chicas de su colegio y del parque.
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Al cabo de unos días , Pablo quedó con sus nuevos amigos para ir a jugar a los bolos. Había aprendido a divertirse de otra manera. Se había olvidado de las bromas pesadas que antes gastaba.
Ahora los niños y niñas le querían mucho. Y el vecino, cada vez que se lo encontraba por la calle le sonreía, le daba un abrazo, le regalaba un caramelo, y a veces le invitaba a merendar a él y a sus amigos.
FIN
Autores y autoras: David, Diego, Iván y Eva
Colaboradores que han copiado este cuento: Mario M.M. y Rubén.
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